La torre Eiffel

Llegamos al aeropuerto de Orly a eso de las 11 de la mañana, veníamos de Madrid donde hicimos escala por 5 horas, y habíamos llegado de Bogotá en un vuelo de 10 horas, es decir estábamos completamente cansados de un viaje muy largo. Además son tiempos de cuarentenas y pandemia, el estrés de los controles y la incertidumbre del viaje suman al cansancio. En Colombia los aeropuertos están cerrados, el único que funciona es el Dorado de Bogotá, y los únicos vuelos que salen o llegan son los humanitarios para la repatriación de personas varadas. Gracias a nuestras visas de larga duración en Francia pudimos acceder a un vuelo y así comenzó esta experiencia de viajes en tiempos de Coronavirus, empezamos visitando la ciudad luz.

La anhelada normalidad

En El Dorado todos los restaurantes están cerrados, la única forma de conseguir algo de comer son dos máquinas dispensadoras una con bebidas y otra para galguerías, además el uso del tapabocas es obligatorio, en cuanto al vuelo, la comida la dan en una bolsa sellada, no hay opciones, solo lo que ofrecen en las bolsitas, esta vez fue una empanada de atún, galletas, un ponquecito y otras cosas, y pues la bebida. Luego al final del viaje dieron otra caja sellada con un pan y más galletas, por lo demás un viaje común y corriente.

Al llegar a Madrid nos sorprendió ver la cantidad de personas y viajes programados a diferentes partes de Europa, además las tiendas de Duty Free, bares y restaurantes estaban operando con cierta normalidad, creo que el uso de tapabocas sí era obligatorio pero de todas formas ya había un aire de tranquilidad que es esperanzador y más cuando en Latinoamérica llevamos casi 4 meses de cuarentena sin ver resultados favorables.

Lo mejor de todo fue que al llegar al aeropuerto Orly de Paris, nos recibieron dos de mis mejores amigos que desde hace 15 días estaban en Francia disfrutando de la misma visa, con la ayuda de ellos y moviéndonos en el metro de Paris, que a primera vista parece muy enredado, llegamos a nuestro hotel después de casi una hora de viaje en la que hicimos unos 3 transbordos muy incomodos ya que casi ninguna estación tiene escaleras eléctricas y por lo tanto hay que levantar las maletas para subir o bajar en las estaciones.

París

Luego de una merecida ducha y sin descansar como se debe salimos a caminar por las calles de París, una ciudad soñada por casi todos los viajeros. Lo primero que hicimos para poder adaptarnos fue conseguir una simcard con un plan de internet, fue increíblemente fácil en un operador llamado Free, las simcard son distribuidas por una máquina automática en la que solo hay que llenar unos datos básicos, un trámite muy sencillo. Luego de esa parada obligada y después de caminar unos 40 minutos llegamos a un sitio imperdible: El Arco del Triunfo, una hermosa estructura  inaugurada en 1836, fue diseñada y encargada para conmemorar el triunfo de Napoleón en Austerlitz, antes de estar construido, el triunfante Napoleón llegó a París y atravesó lo que sería una primera versión del arco construida en madera.

El arco hace parte de un monumental rondpoint, a él  se puede acceder mediante túneles que convergen al arco, se puede pagar para entrar pero la verdad estábamos cansados y no queríamos pagar así que continuamos nuestro camino por los Campos Elíseos, una de las calles más famosas de París, aunque solo recorrimos un par de calles pues luego tomamos la calle Jorge V, una calle donde están todas las tiendas caras de los diseñadores más famosos, seguimos caminando hasta llegar al río Sena, el más importante de la ciudad, desde el puente del Alma alcancé a ver de lejos la famosa torre Eiffel.

La famosa torre

Desde ahí tomamos  una calle paralela hasta encontrar el gigante de hierro que está situado en el parqué que no sé cómo se llama. Allí mucha hay gente vendiendo llaveros o figuras miniatura de la torre, también hay muchas personas vendiendo vino u otras bebidas para amenizar el rato, al parecer estaba relativamente vacío, aun así había familias, parejas y amigos sentados allí disfrutando de la gigante estructura que fue nombrada por el dueño de la empresa que la diseñó y construyó, Gustave Eiffel.

La torre fue inaugurada el 31 de marzo de 1889 como parte de una exposición mundial que sería llevada a cabo en la ciudad. Al parecer en un principio la torre no fue bien vista por parte de la sociedad francesa que no la veían como algo bello ni útil, el tema es que al día de hoy es el monumento pago (hay que pagar para poder acceder a los ascensores) más visitado del mundo y se dice que es también el más fotografiado, es sin lugar a duda uno de los monumentos más famosos del planeta.

Estuvimos una media hora sentados frente a la torre, mientras tomábamos aire pues estábamos agotados después de más de una hora de caminata, luego de eso nos fuimos a caminar por la orilla del río Sena porque íbamos a encontrarnos con un viejo amigo de la universidad que vive en París hace algún tiempo. Durante el camino nos encontramos con múltiples bares, restaurantes y barcos llenos de gente que disfrutaban de la noche al parecer sin preocuparse de la pandemia, me sentí extraño al pensar que ese mismo día en mi país todo seguía cerrado y la gente seguía encerrada y con miedo a poder contagiarse, pero bueno eso es otra historia.

Bebiendo en el Sena

Después de un tomarnos unas cervezas, un chico pasó llevando con él cervezas para la venta, un excelente servicio y el precio no era exagerado, así que nos tomamos otra, justo en frente del río más icónico de la ciudad, una buena forma de cerrar nuestro primer día en la ciudad luz, luego de eso tomamos uno de los buses que cubre la ciudad en las madrugadas y nos fuimos a nuestro hotel a descansar.

El segundo día cumplimos un sueño de Cata, ir al palacio de Versalles, para llegar deberán tomar un tren de la compañía SNFC  con destino a Versalles, cuando estábamos comprando el billete en una de las máquinas de la estación  una señora amablemente, y sin haberle pedido, nos indicó que compráramos un billete llamado “Pollution Fare” o algo así, el todo es que una forma en que el gobierno fomenta el uso de transporte público, el tiquete vale 3,8 Euros y sirve durante todo el día en todos los transportes de la ciudad. El trayecto hasta el palacio es de unos 30 minutos desde el centro, la verdad es que solo al llegar se ve la opulencia de este magnífico palacio construido por ordenes del Rey Sol, Luis XIV.

El palacio de Versalles

El palacio tiene varias secciones que pueden ser compradas por separado, nosotros teníamos el tiquete completo, que vale 20 euros o 27 los fines de semana,  porque queríamos ver todo, para entrar al edificio principal hay turnos de media hora, nosotros entramos a la 1 de la tarde,  es sencillamente genial, al principio las habitaciones son usadas como museo, hay maquetas y planos que muestran el diseño y la concepción de los edificios y obras de arte relativas a la historia francesa, hay una sala muy simpática con bustos tallados de reyes y otras personas históricas para los franceses.

Luego  hay acceso a lo que sería la habitación del Rey y otras recamaras en las que se hacían bailes, obras de teatro y donde se discutían los asuntos importantes del reino francés, todo se puede resumir en una palabra: lujo. Y es que a Luis XIV y sus sucesores les encantaba la ostentación y la buena vida, se nota a leguas en cada rincón de este maravilloso sitio.

Luego del edificio principal están los jardines, acá no hay palabra que describa la belleza de los pastos perfectamente cortados, los lagos, las esculturas y todo lo demás que forma el jardín, además es inmenso al punto que alquilan carros buggies para poder recorrerlo sin fatigarse, porque eso sí, el sol era abrasador a esa hora del día. Nosotros caminamos lo que más pudimos, tomamos las respectivas fotos, nos comimos un helado para refrescar la tarde y nos devolvimos a París para poder bañarnos y salir de nuevo a encontrarnos con nuestros amigos, como resumen es una recomendación ir a la fija al Palacio con el mayor tiempo posible para disfrutar cada rincón y caminar cada metro de los jardines.

Otra noche en el Sena

Nuestro día en París terminó nuevamente en río Sena, era viernes en la noche y compramos unas cervezas para celebrar nuestra llegada a Francia después de dos cancelaciones de nuestros vuelos, desde las 11 de la noche nos sentamos a hablar y a tomar algo mientras pasaba la noche, por toda la ribera del río había gente bebiendo y oyendo música, pasamos toda la madrugada y aún a altas horas habían personas que seguían departiendo, la mañana del sábado llegó y nosotros nos fuimos a desayunar comida rápida en un restaurante 24 horas.

En París parece que el virus no pudo ganarle la batalla a la normalidad. Espero volver a París durante mi estancia en Francia para poder completar la información sobre esta ciudad que a primera vista es un poco congestionada y caótica para mi gusto, como anécdota, cuando iba hacía la casa de mis amigos en el tren y con mis maletas de viaje sentí como alguien trataba de sacar mi celular del bolsillo, alcancé a detenerlo cuando ya lo tenía prácticamente afuera, el tipo se bajó inmediatamente del tren. Al parecer es una práctica común y por eso hay que estar siempre con 4 ojos y pendientes de nuestras pertenencias más sin somos turistas o estamos encartados con mucho equipaje.

Por ahora no pondré consejos pues no estuve mucho tiempo, además en tiempos de pandemia no logré conseguir acomodación en hostales, en cuanto cree una segunda parte de esta ciudad dejaré consejos útiles.

por Camilo J

Ingeniero de sistemas con más ganas de viajar que trabajar ¿Ya leiste mi libro? https://www.amazon.com/dp/B0B4YR7KLM

Un comentario en «París la ciudad luz»

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