Soy oriundo de Bogotá, una ciudad de más de 9 millones de personas, una ciudad estresante y caótica desde la madrugada y hasta que cae la noche, a pesar de haber vivido allí casi toda mi vida sigo encontrando la vida diaria un poco incómoda, es por eso que opté por la visa de vacaciones y trabajo en Francia y darme un respiro por un tiempo de la ciudad que me estresa, lo que nunca pensé fue terminar viviendo por 3 semanas en un pueblo de los Pirineos franceses que tiene solo 167 habitantes.
Hacer voluntariados en Workaway
Cuando decidimos venir a Francia a comienzos de año no teníamos idea de qué ciudad escoger para vivir, París nos resultaba muy caótica pero creíamos que sobrevivir en las demás sin francés era una misión imposible, además tampoco teníamos idea de cómo sería la vida en ninguna ciudad, gracias a los grupos de Facebook que reúnen a las personas que tienen esta misma visa aprendimos que existían redes sociales para viajeros que conectan voluntarios con personas que necesitan ayuda en sus diferentes proyectos alrededor del mundo, una de esas páginas se llama Workaway, existen otras como Worldpackers y WWOFF que son similares, después de leer foros e investigar más decidimos que Workway era la mejor opción.
Básicamente funciona pagando una inscripción anual que da acceso a una base de datos desde la que se pueden contactar a potenciales huéspedes o anfitriones. El costo por año es de 44 USD si uno va solo o 54 USD si es una pareja la que aplica (pueden ser amigos pero siempre tienen que ir juntos al workaway).
La página tiene proyectos en todo el mundo y el trato es sencillo, el huésped trabaja 4 horas diarias, 5 días a la semana a cambio de acomodación y las 3 comidas diarias. En cuanto ingresan a la página web o la aplicación encontrarán un buscador, pueden elegir cualquier continente y cualquier país, también hay filtros para ver qué tipo de ayuda piden los anfitriones, cuáles son las fechas disponibles y cuáles son las condiciones de cada anfitrión, con todo eso pueden hacer una búsqueda personalizada y luego empezar a contactar con todos los potenciales anfitriones hasta que reciban una respuesta positiva.
Para nosotros era suficiente pues al fin y al cabo no teníamos rumbo fijo, así que pagamos la suscripción y empezamos a contactar a diferentes anfitriones en toda Francia, la tasa de respuesta es alta así que es relativamente fácil conseguir un sitio, casi todos los que vimos eran granjas o fincas en pueblos pequeños pero las personas siempre lo recogen a uno en alguna estación de tren o bus cercana, también vimos gente solicitando ayuda con sus hijos, otros para ayudar en restaurantes e incluso ayuda en un hostal, así que hay variedad de tareas.
En la descripción del anfitrión está qué tipo de ayuda requieren y qué idioma hablan así que si quieren aprender o practicar un idioma también es un sitio perfecto, en nuestro caso buscamos anfitriones que hablaran francés pero también inglés por si no entendíamos nada, para nuestra fortuna nos respondió alguien que hablaba francés, algo de inglés y algo de español, acordamos la fecha de llegada y la estación de tren donde nos recogerían, todo estaba listo para irnos a la bella Francia.
Llegando a nuestro primer Workaway
El punto de recogida era Pau, una pequeña ciudad en la región de la Nouvelle Aquitania, en el sur occidente de Francia, allí nos recogieron en una camioneta 4×4, a partir de ahí seguimos hacía el sur hasta un pueblo llamado Oloron Saint Marie, desde ahí recorrimos otros 20 minutos hasta llegar a un pequeño pueblo, y cuando digo pequeño estoy hablando de unas 100 casas nada más, en la mitad del pueblo hay una fuente y ahí las señoras recargaron bidones con agua pues en la casa de ellas no hay agua tratada.
Detrás del pueblo queda una inmensa y verde montaña, la camioneta empezó a subir y en la falda de la montaña había una casa muy simpática, ese sería nuestro hogar por 3 semanas. Para nuestra fortuna la casa estaba completamente equipada y sería solo para nosotros dos, las señoras nos instalaron, nos mostraron la casa y se fueron en su camioneta montaña arriba. Ése día llegamos directamente a dormir pues veníamos de un viaje de 12 horas desde Paris hasta Toulouse y luego dos horas más hasta Pau, el segundo día también lo tuvimos libre pero igual solo nos dedicamos a dormir.
La rutina en el voluntariado
El primer día de trabajo, Anne y su mamá (las dueñas de la granja) nos enseñaron qué teníamos que hacer, vale la pena aclarar que casi todas las instrucciones nos las dieron en inglés o en una mezcla extraña de inglés y francés, el todo es que entendimos que teníamos que cortar unos pequeños árboles y quitar la hierba mala de un monte cerca a la casa, el trabajo fue sencillo pero la verdad fue agotador, en parte creo yo que por la falta de costumbre, yo terminé con dolor en los brazos de tanto usar las tijeras en los arboles pequeños, ése día hicimos una barbacoa al mediodía y conocimos a otra huésped que vivía con ellas en la casa de la montaña.
El siguiente día fue prácticamente igual el trabajo, pero a la hora de almorzar nos invitaron a comer con ellas en la casa de la montaña, nos llevaron en la misma camioneta y el camino hacia arriba es de unos 10 minutos, en la cima tienen un huerto, un establo para las 10 llamas, además tienen 2 caballos, 8 gatos, un hermoso perro llamado Nayu y algunos gallos y gallinas. La vista desde la casa es hermosa, se ven los pirineos y abajo la carretera y la estación de tren, es una maravilla haber tenido la oportunidad de estar allí, nos sirvieron el almuerzo y sentimos que estábamos viviendo la verdadera experiencia francesa.
La primera semana se nos fue rápido, el mismo trabajo todos los días y un par de visitas más a la casa de la montaña con almuerzo incluido, durante el tiempo allí arriba y después del almuerzo intentábamos charlar en una mezcla de francés principiante, inglés y algo de español, fueron mis primeras frases armadas en el nuevo idioma que venía estudiando desde hace algunos meses pero que jamás había practicado, de todas maneras a veces era un poco incómodo porque ellas nos hablaban y no entendíamos absolutamente nada así que tenían que repetir en inglés, para nosotros no fue malo pues estábamos practicando pero nos sentíamos mal por ellas. De todas formas pasamos momentos inolvidables.
Viviendo con francesas
El fin de semana dimos un paseo por pueblos cercanos, de eso hablaré en otro post, el resto del tiempo lo pasamos solos en la casa que nos brindaron. La segunda semana fue más relajada en cuanto al trabajo porque estuvimos solos, tal vez lo más difícil era soportar el sol desde las once de la mañana, por eso decidimos empezar la jornada más temprano, a las 8, la primera semana empezamos a las 9. A las 12 del mediodía estábamos desocupados y nos dedicábamos a preparar almuerzo con el mercado que nos dejaron en la casa.
Lo único malo de la casa es que no hay conexión a internet y no hay recepción de la conexión móvil que contratamos así que las tardes a veces eran algo aburridas, en nuestro viaje del fin de semana Cata notó que en el camino a otro pueblo sí había conexión, así que decidimos ir a pie hasta el siguiente pueblo, caminamos unos 30 minutos para poder llegar allí y tener conexión, desde allí descargamos música y series para ver en los celulares, y así pasar las tardes.
El segundo domingo nos invitaron a la casa para que viéramos qué se hacía arriba, subimos a pie a eso de las 10 de la mañana, cuando llegamos Anne estaba en la huerta y nos mostró todo lo que cultivaban: papas, rábanos, cebolla, cilantro, calabazas, zanahorias y tal vez otras cosas que no recuerdo, igual todo lo hacen para consumo propio, no venden nada, al igual que no se lucran con las llamas, caballos ni gallinas, tienen todo solo por amor a los animales y a la naturaleza, lo cual me pareció algo extraordinario y muy loable.
Luego nos mostraron como mantienen frescas las hortalizas usando arena para enterrarlas luego de ser cosechadas, también cómo mantienen las cebollas y el cilantro colgado para que se mantengan en buen estado, luego de eso almorzamos y finalmente nos llevaron a dar un paseo por la montaña y por las carreteras circundantes, un día sencillamente maravilloso.
La despedida
La última semana trabajamos un par de días solos y los otros junto a Anne, incluso el último día también trabajamos con la nueva Workawayer que había llegado para continuar nuestra labor, esa semana también almorzamos con ellas tres veces y en una de esas ocasiones después del almuerzo pude entrar al establo de las llamas para alimentar a las dos que están lactando y necesitan alimento extra, para mí fue una experiencia genial estar rodeado de las 9 llamas y poder alimentarlas directamente de mis manos.
Esa semana también hablamos lo que más pudimos con ellas y me hicieron sentir orgulloso cuando me dijeron que mi francés había mejorado, sentí la satisfacción del deber cumplido, igualmente cuando Anne vio la montaña en la que habíamos trabajado y nos dijo que se veía «trés Jolie» (muy linda), ahí sentimos que nuestro trabajo había valido la pena. Curiosamente el último día de trabajo llovió todo el día desde las 5 de la mañana, así que tuvimos que trabajar bajo la lluvia, y no sabemos si era por los arboles que nos rodeaban pero no nos mojamos tanto luego de 4 horas bajo la lluvia, las que sí sufrieron fueron mis botas que terminaron empapadas por días. Ese día no dejó de llover hasta el sábado que salimos de la finca.
Precisamente ese sábado ellas se ofrecieron a llevarnos hasta la estación del tren de Oloron Saint Marie, llegaron por nosotros a las 11 de la mañana y durante el trayecto cantamos villancicos que tienen versión francesa y española como la de los peces que beben en el río y la noche de paz. Finalmente en la estación nos recordaron que podíamos acudir a ellas si necesitábamos algo en nuestra estancia en Francia, algo que agradecimos de corazón, nos tomamos una selfie de recuerdo y nos despedimos.
Para nosotros fue una experiencia sencillamente inolvidable, aprendimos no solo francés sino mucho sobre la vida, nos acercamos a la naturaleza y nos dimos cuenta que la vida del campo es hermosa pero en cierta forma complicada, y eso que solo trabajábamos 4 horas al día, que también hay otras formas de vivir en paz y armonía sin estar en la ciudad y que hay gente hermosa en todas partes. También creo que para ellas fue una experiencia diferente pues según les pregunté nunca habían tenido gente de sur américa ni alguien con un francés tan básico, así que seguramente nos recordarán por nuestras caras cada vez que decían algo y no teníamos la menor idea de qué era. En fin, solo me quedan agradecimientos por la experiencia y ganas de repetirla en el futuro, quién sabe dónde.
Ingeniero de sistemas con más ganas de viajar que trabajar
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